La vida acaba siendo siempre eso,
una película de terror, de amor o de aventura
dependiendo del momento en el cual decidas tener la valentía suficiente,
como para atreverte a explicarla.
Un camino lleno de espinas y trampas,
una pesadilla de la que no consigues despertar.
O bien un sendero del que brotan millones de flores,
una historia que te ofrece un tráiler aislado de daños.
Un instante en el que le brindas tu mano a la prosperidad
y en el que bailas con ella un vals eterno en el salón.
Y otros en los que firmas con las manos repletas de veneno
unos papeles de un amor condenado al olvido,
obligándote a sepultarlo para siempre bajo el sello de un adiós.
Así que sí, igual la vida es eso,
ese ticket de ida que te besa los labios con esa promesa de un te llamaré.
Un amante contradictorio que te abraza las alas, pero siempre te acaba atando los pies
o una bomba que te explota, pero que nunca acaba de despedazarte del todo.
La vida es una atleta olímpica a la que por mucho que quieras,
jamás alcanzarás a pisarle los pies.
Pero aun y así mis días se emplearán a fondo
en nunca dejar de intentarlo.